03 agosto, 2015

Un texto inédito de Hart Crane



RUEGO A LAS MUSAS EN UN DÍA DIFÍCIL

“¿Cuántos amaneceres más, se hielan por su descanso ondulante

Las alas de las gaviotas han de…”

Sostenlo en un alto viento. El parachoques se curva sobre la pechera, a toda máquina. Yo miraba para ver el río alzarse. Los bosques habían cedido sus caudales y tributarios. ¿Cuándo bajarían los huesos de De Soto desde el enjuague salvaje? ¿Y cuándo Ponce de león recordaría Hammerfest? Hubo períodos en que el pan salado se quebraba sobre mí en horrendas llagas. Si no puedes abusar de una máquina, ¿por qué tenerla? “¡Las máquinas están hechas para abusar de ellas… a prueba de tontos! Los seres humanos nunca fueron eyectados, concebidos, articulados, eyectados, amamantados, castigados, corregidos, educados, arengados, casados, divorciados, acariciados, emasculados, amados y malditos, encarcelados y liberados, además de ser enyesados, asustados y aplastados, encurtidos y estrangulados—¡No fueron hechos para ser abusados!


¡Para mí no eres más que la lengua China, oh, Luna! Un coro de simios para ti y que ojala tus bolas sean masticadas por el coqueto hauchinango. La marea se alzaría—y eso hizo. Yo sostuve el anca con un lazo conscripto por colas de ratones blancos empalmados a la galante proa. El viejo Mizzentop se levantó, pero en vano. Era una noche salvaje en las rompientes y los suaves mapaches. Todas las pistolas venían vestidas de blancas celosías, guiñando el ojo como nunca antes; pero los camarones resistían casi hasta el amanecer, falsamente sonriendo  y equivocándose. Para el momento en que llegué a Berlín—¿o era Shangai?—ya no había más puntos para las heridas, ni tortugas para los telescopios. “¡Qué pérdida de eternidad!” Exclamé en el oído del más celebrado micrófono que nunca hayas destruido. Entonces el viento se alzó y me estrangulé en el abrazo de un penacho ruinoso.


Desde entonces los dermatólogos de Mozambique me atraparon. Dicen que mis dedos juguetean, que no soy más que un folículo de mi antiguo fratricida… ¿Qué debo hacer? Mastico firmemente y me arranco las uñas a mordiscos. Practico la intervención hasta el borde la inteligibilidad. Insulto a todos mis amigos y furiosamente cabalgo avestruces por el Yukón, mientras lo loros me insultan con un acompañamiento de las más castas retículas. Por todos los misterios de Gomorra, les pregunto. ¿Qué puede entender una gastrónomo boquiabierto ante tal quebrada de simulación?



SUPPLICATION TO THE MUSES ON A TRYING DAY


“How many dawns, chill from his rippling rest

The seagull’s wings shall…”

Hold it in a high wind. The fender curving over the brea[s]tplate, and all in high gear. I watched to see the river rise. The forests had all given out their streams and tributaries. When would the bones of De Soto come down in the wild rinse? And when would Ponce de Leon remember Hammerfest.?.... There were periods when the salt-rising bread broke out all over me in heinous sores. If you can’t abuse a machine, why have it! ‘ Machines are made for abuse. …Fool-proof! Human beings were never jetted, conceived, articulated, ejected, nursed, spanked, corrected, educated, harang[u]ed, married, divorced, petted, emasculated, loved and damned, jailed and liberated, besides being plastered, frightened and mangled, pickled and strangled --THEY were never meant to be abused!


Thou art no more than Chinese to me, O Moon! A simian chorus to you, and let your balls be nibbled by the flirtatious hauchinango. The tide would rise --and did. I held the crupper by a lasso conscripted from white mice tails spliced to the fore-top gallant. Old Mizzentop rose, but all in vain. It was a wild night among the breakers and the smooth rac[c]oons. All the pistols came dressed in white lattice, winking as never before; but the prawns held out til nearly daybreak ,-simpering, simpering and equivocating. By the time I reached Berlin – or was it Shanghai? – there were no more stitches for wounds, nor tortoises for telescopes. “What a waste of eternity!” I exclaimed into the ear of the most celebrated microphone you ever smashed. Then the wind rose, and I strangled in the embraces of a derelict aigrette.


These dermatologists of Mozambique have got hold of me since. They say my digits fidget, that I’m but a follicle of my former frat[ri]cide … what shall I do? I masticate firmly and bite off all my nails. I practice intervention/ to the brink of intelligibility. I insult all my friends and ride ostriches furiously across the Yukon, while parrots berate me to the accompaniment of the most chaste reticules. By all the mystery of Gomorr[ah], I ask, what can a gaping gastronomist gather in such a gulch of simulation?!!


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