Los momentos que decimos inolvidables son convertidos en pasado inexorable apenas su estatus es declarado. La voluntad que declara inolvidable un momento lo preserva, como recuerdo, del riesgo al que la normalidad y la regularidad lo exponen. Y esa preservación funciona como un flotador para esa noche en que das todo por perdido, en que ni el sueño te alcanza para cauterizar heridas que crecen y colonizan. Pero ese salvavidas, guardado tanto tiempo, tiene fisuras o el tiempo lo ha convertido en contraste puro. Al final, los momentos inolvidables son el terror, te paralizarán. Por eso hay que saber nadar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario