[Sobre
La destrucción del padre (1974)]
Ahí
está la mesa de comedor y puedes ver todo tipo de cosas ocurriendo. El padre
está despotricando, diciéndole al público cautivo lo grande que es, todas las
cosas maravillosas que ha hecho, todas la gente mala a la que ha ninguneado el
día de hoy. Pero esto ocurre día tras días. Una especie de resentimiento crece
en los niños. Llega el día en que se indignan. La tragedia está en el aire.
Acaba de hablar una vez más de lo conveniente.
Los
niños lo atraparon y lo pusieron sobre la mesa. Y se convirtió en la comida.
Los cortaron en pedazos, lo desmembraron. Se lo comieron . Y así fue liquidado.
¡Como
ven, se trata de un drama oral! La indignación era su continuas ofensas
verbales. Así que fue liquidado: de la misma manera en que liquidó a sus hijos.
La
escultura representa tanto una mesa como una cama. Cuando entras a una
habitación, ves la mesa, pero también, arriba, en la pieza de los padres está
la cama. Esas dos cosas cuentan en la propia vida erótica: la mesa del comedor
y la cama. La mesa donde tus padres te hicieron sufrir. Y la cama donde te
acuestas con tu esposo, donde tus hijos nacieron y donde vas a morir.
Esencialmente, ya que tienen casi el mismo tamaño, son el mismo objeto.
Y
todas esas cosas de látex eran en realidad vaciados de miembros de animales.
Fui al Mercado de carnes en la novena avenida y compré hombros de cordero,
patas de pollo he hice moldes de ellos en un yeso blando. Los sumergí en él,
luego di vuelta los moldes, lo abrí, tiré la carne e hice los vaciados en
látex.
Lo
construí aquí en mi casa. Es una pieza sumamente homicida, un impulso que llega
cuando uno está sufriendo mucho estrés y se vuelve en contra de aquellos que
más ama.
Declaraciones tomadas de
una entrevista con Donald Kuspit
Publicada
por primera vez en 1988 por Random House, Inc., New York, y Elizabeth Avedon
Editions/Vintage Contemporary Artists, en Louise
Bourgeois de Donald Kuspit, pp. 19-82.
La destrucción del padre (1974) trata del miedo—miedo ordinario,
común y silvestre, el real, el miedo físico, correr lejos de él, enfrentarlo, exorcizarlo,
avergonzarse de él y, finalmente, tener miedo de tener miedo. Ese es el tema.
No
soy una experta, pero sé lo que es el miedo; sé lo que el miedo de puede forzar
a hacer. El miedo—el miedo común y silvestre—¿qué se hace contra él? ¿Se sale
corriendo? Existe una larga, larguísima lista de cosas que puedes hacer. La
forma en que la gente inmadura puede derrotar—No hay cómo derrotarlo, pero
sienten que hacen desaparecer el miedo—es enamorándose. ¿Cierto? Uno se engaña
a sí misma, una finge para una misma que estás enamorada para no sentir el
espasmo del miedo. Te “enamoras” de alguien a quien le tienes miedo y eso
produce un corto circuito en el miedo. Si tomas una serpiente y un pájaro—el
pájaro está fascinado, ¿no es así? Es exactamente igual. Está maravillado. No
sufre, no tiene miedo—de hecho, está fascinado—y la serpiente lo devora. ¡Tan
simple como eso! Todo cuanto pienso ocurre en forma de imágenes. Ese es mi
problema. Pero la diferencia con el amor real es que este no llega el sexo; no
hay deseo real. Creo que la mejor prueba de que se está enamorado—realmente
enamorado—es que uno desea dar.
Pero
no se puede “amar” a todo el mundo para oscurecer el miedo—eso es completamente
anti productivo y ocuparía todo tu tiempo—¡Nunca terminarías de crecer! De modo
que vas de amor adolescente en amor adolescente y no sientes miedo; sientes que
conquistaste algo. ¡Pero no has conquistado nada! Y pasan los años y no has
experimentado el amor—ya que ese amor no suele materializarse—Y has perdido el
tiempo. Y esa pérdida de tiempo se expresa en una gran rabia, porque sientes
que no has vivido, que la vida ha pasado de largo junto a ti. De eso se trata La destrucción del padre.
*
* *
Ahora,
el objetivo de La destrucción del padre
era exorcizar el miedo. Y después que fue exhibida—ya está—me sentí una persona
distinta. Ahora, no quiero usar la palabra terapéutico, pero un exorcismo es
una aventura terapéutica. Así que, la razón para hacer esta pieza fue la
catarsis. Lo que me atemorizaba era que en la mesa del comedor mi padre hablara
sin parar, alardeara, agrandándose a sí mismo. Y mientras más alardeaba, más
pequeños nos sentíamos nosotros. De pronto hubo una tensión enorme y lo
atrapamos—mi hermano, mi hermana y mi madre—los tres lo atrapamos y lo pusimos
sobre la mesa y tiramos sus piernas y sus brazos hasta sacarlos—lo
desmembramos, ¿me entiendes? Y tuvimos tanto éxito en vencerlo que nos lo
comimos. Se acabo. Es una fantasía, pero a veces una fantasía puede ser vivida.
He visto la repentina arremetida de una víctima, cuando—no se si recuerdas—dos
o tres años atrás cuando Khadaffi nos provocaba y nos presionaba y de pronto
fue suficiente y lo bombardearon hasta hacerlo papillas. ¡Nunca más escuchamos
hablar de él! Con La destrucción del
padre, el recuerdo era tan fuerte y representaba tanto trabajo que me sentí
como una persona distinta. Me sentí como si eso realmente hubiese ocurrido.
Realmente me cambió. Esa es la razón por la cual los artistas siguen trabajando—no
es que se hagan mejores y mejores, sino que se hacen capaces de soportar más.
Así que cuando hablo de éxito no estoy hablando de éxito en términos
materiales, estoy hablando del resultado exitoso de emprender la creación de
una obra de arte.
Declaraciones 1988
Publicadas
por primera vez en 1988 por Robert Miller, New York, y Daniel Lelong, Paris, en
Louise Bourgeois Drawings.
Encuentro
el pasado terriblemente doloroso pese a que estoy atada a él. Es algo que no
está resuelto. Aun así, no me gusta revisitarlo. Es un paisaje que ya he atravesado,
explorado y superado. Solo el mañana me parece interesante.
Tomas
el evento que está a la mano y lo manipulas activamente para poder sobrevivir.
Conviertes lo pasivo en activo, la identificación freudiana con el agresor.
Tienes que ser capaz de hacer eso. Existe un constante deseo de manipular en
vez de ser manipulado. El arte es manipulación sin ninguna intervención.
Las
madejas de lanas son un refugio amigable, como una red o un capullo. La oruga
obtiene la seda de su boca, construye el capullo y, cuando finalmente lo
termina, muere. El capullo ha acabado con el animal. Yo soy el capullo. No
tengo ego. Yo soy mi obra.
El
movimiento repetitivo de una línea, acariciar un objeto, lamer las heridas, el
ir y venir de un transporte, la infinita repetición de las olas, acunar a una
persona hasta que se queda dormida, limpiar a alguien que te gusta, un infinito
gesto de amor.
No
estoy particularmente consciente o interesada en el aspecto erótico de mi obra.
Ya que estoy exclusivamente preocupada, al menos de forma consciente, con la
perfección formal, me permito seguir ciegamente las imágenes que se me
sugieren.
Los
problemas son símbolos de un territorio privilegiado al que un montón de
personas no tienen acceso. Implican la posibilidad de una sublimación. Yo diría
que todo, en el día a día, depende de tu habilidad de sublimar, de la calidad
de tu forma de sublimar.
El
arte es un sacrificio de la vida misma. El artista sacrifica su vida al arte no
porque desee hacerlo, sino porque no puede hacer ninguna otra cosa.
*
[On
The Destruction of the Father (1974)]
There
is a dinner table and you can see all kinds of things are happening. The father
is sounding off, telling the captive audience how great he is, all the
wonderful things he did, all the bad people he put down today. But this goes on
day after day. A kind of resentment grows in the children. There comes a day
they get angry. Tragedy is in the air. Once too often, he has said his piece.
The
children grabbed him and put him on the table. And he became the food. They
took him apart, dismembered him. Ate him up. And so he was liquidated.
It
is, you see, an oral drama! The irritation was his continual verbal offense. So
he was liquidated: the same way he had liquidated his children.
The
sculpture represents both a table and a bed. When you come into a room, you see
the table, but also, upstairs in the parent’s room, is the bed. Those two
things count in one’s erotic life: dinner table and bed. The table where your
parents made you suffer. And the bed where you lie with your husband, where
your children were born and you will die. Essentially, since they are about the
same size, they are the same object.
And
all those things of latex were actually casts of animal limbs. I went down to
the Washington Meat Market on Ninth Avenue and got lamb shoulders, chicken legs
and cast them all in soft plaster. I pushed them down into it, then turned the
mold over, opened it, threw away the meat and cast the forms in latex.
I
built it here in my house. It is a very murderous piece, an impulse that comes
when one is under too much stress and one turns against those one loves the
most.
Statements from an
Interview with Donald Kuspit
First
published in 1988 by Random House, Inc., New York, and Elizabeth Avedon Editions/Vintage
Contemporary Artists, in Louise Bourgeois
by Donald Kuspit, pp. 19-82.
The Destruction of the
Father (1974) deals
with fear—ordinary, garden-variety fear, the actual, physical fear that I still
feel today. What interests me is the conquering of the fear, the hiding, the
running away from it, facing it, exorcising it, being ashamed of it, and
finally, being afraid of being afraid. This is the subject.
I'm
not an expert, but I know what fear is; I know what fear will make you do. The
fear—garden-variety fear—what do you do about it? Do you run away? There is a
long, long list of what you can do. The way immature people can conquer— they
don't conquer it, but they feel that they make the fear disappear—is by falling
in love. Right? You deceive yourself, you pretend to yourself that you love in
order not to feel that pang of the fear. You "fall in love" with
somebody that you are afraid of, and it short-circuits the fear; you do not
feel the fear. If you take a snake and a bird—the bird is fascinated, right?
It's exactly the same. It's mesmerized. He doesn't suffer, he's not afraid—in
fact he's thrilled—and the snake gobbles him up. That's it! All my thinking is
in terms of images. This is my trouble. But the difference from real love is
that it does not come to sex; there is no real desire. I think that the test of
being in love—real love—is that you want to give.
But
you cannot "love" everybody to obscure the fear—it is completely
time-consuming and unproductive. You'd never grow up! So you go from puppy love
to puppy love, and you don't feel afraid; you feel that you have conquered
something. But you have conquered nothing! And the years pass, you have not
experienced love—since that kind of love usually does not materialize—and you
have wasted your time. And that waste of time is expressed by a great anger,
because you feel that you have not lived, that life has passed you by. This is
what The Destruction of the Father is
about.
*
* *
Now,
the purpose of The Destruction of the
Father was to exorcise the fear. And after it was shown—there it is—I felt
like a different person. Now, I don't want to use the word therapeutic, but an
exorcism is a therapeutic venture. So the reason for making the piece was
catharsis. What frightened me was that at the dinner table, my father would go
on and on, showing off, aggrandizing himself. And the more he showed off, the
smaller we felt. Suddenly there was a terrific tension, and we grabbed him—my
brother, my sister, my mother—the three of us grabbed him and pulled him onto
the table and pulled his legs and arms apart—dismembered him, right? And we
were so successful in beating him up that we ate him up. Finished. It is a
fantasy, but sometimes the fantasy is lived. I have seen the sudden onslaught
of a victim, when—if you remember—two or three years ago when Khadaffi teased
us and pushed us, and suddenly it was enough and he was bombed out of his mind.
Never heard about him again! With The
Destruction of the Father, the recall was so strong, and it was such a lot
of work, that I felt like a different person. I felt as if it had existed. It
really changed me. That is the reason artists go on—it's not that they get
better and better, but they are able to stand more. So when I talk about
success it is not a material success that I'm talking about, it is about the
successful outcome of the making of a work of art.
*
Statements 1988
First
published in 1988 by Robert Miller, New York, and Daniel Lelong, Paris, in
Louise Bourgeois Drawings.
I
find the past terribly painful though I am tied to it. It's unresolved. Yet I
have no taste for re-visitation. It's a landscape you have gone through and
explored, and outgrown. Only tomorrow is interesting.
You
take the event in hand and actively manipulate it in order to survive. You turn
the passive into the active, the Freudian identification with the aggressor.
You have to be able to do that. There is a constant desire to manipulate
instead of being manipulated. Art is manipulation without any intervention.
The
skeins of wools are a friendly refuge, like a web or a cocoon. The caterpillar
gets the silk from his mouth, builds his cocoon and when it is completed he
dies. The cocoon has exhausted the animal. I am the cocoon. I have no ego. I am
my work.
The
repetitive motion of a line, to caress an object, the licking of wounds, the
back and forth of a shuttle, the endless repetition of waves, rocking a person
to sleep, cleaning someone you like, an endless gesture of love.
I
am not particularly aware or interested in the erotic in my work. Since I am
exclusively concerned, at least consciously, with formal perfection, I allow
myself to follow blindly the images that suggest themselves to me.
Problems
are symbols of a privileged territory a lot of people do not have access to. It
implies the possibility of sublimation. I'd say everything, going from day to
day, depends on your ability to sublimate, on the quality of your sublimation.
Art
is a sacrifice of life itself. The artist sacrifices life to art not because he
wants to but because he can not do anything else.
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