No importa cuanto tiempo deje de escucharlos, un año o más, los fab four conocen los caminos a mi corazón. Y es que, entre muchas otras cosas, para mí escuchar a los Beatles es lo más cercano a ser viejo. Cada canción no está ligada a un recuerdo, sino a cien. Imagino incluso una posible reconstrucción novelada de una vida que vaya canción por canción grabada por los mop tops. La familia, los amores y amigos como Rô e Ivancito. Un par de joyas en la memoria. Mi madre a los 16 acostada en su cama y cantando 'Across the universe,' el día que compramos el álbun blanco en cassette de cromo, el vinilo de Sargeant Pepper, el bigote y las insignias de la banda, estar con el Rô echados escuchando 'I want you', la Patti diciéndome que los Beatles eran como cuatro ángeles que reproducían la melodía del universo, una noche en Rosal fumados y escuchando 'Help' y 'Rubber Soul' y, más recientemente, la Rebe, la Mamisa, el Nacho y Borisov.
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