Yes, and I found the hospitality of my mind to fantasy pleasantly increased as machinery died and communications from the outside world became more and more vague.
So I was unsurprised one night, after having tucked Mother in bed, to enter my own bedroom with a lighted candle, and to find a Chinese man the size of my thumb sitting on my mantelpiece. He was wearing a quilted blue jacket and trousers and cap.
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As far as I was able to determine afterwards, he was the first official emissary from the People's Republic of China to the United States of America in more than twenty-five years.
During the same period, not a single foreigner who got inside China, so far as I know, ever returned from there.
So "going to China" became a widespread euphemism for committing suicide.
Hi ho.
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My little visitor motioned for me to come closer, so he would not have to shout. I presented one ear to him. It must have been a horrible sight — the tunnel with all the hair and bits of wax inside.
He told me that he was a roving ambassador, and had been chosen for the job because of his visibility to foreigners. He was much, much larger, he said, than an average Chinese.
***
Y así me encontré con que, a medida que desaparecían las máquinas y la comunicación desde el mundo exterior se hacía cada vez más vaga, aumentaba agradablemente la hospitalidad con que mi mente recibía la fantasía.
De modo que no me sorprendí cuando una noche después de haber arropado a mi madre en la cama entré en mi habitación con una vela encendida y me encontré con un chino del tamaño de mi pulgar sentado sobre la repisa de la chimenea. Llevaba una chaqueta azul, acolchada, pantalones y una gorra.
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Como pude corroborar posteriormente, se trataba del primer enviado oficial de la República Popular China a los Estados Unidos de Norteamérica en más de veinticinco años.
Hasta donde yo sé, ninguno de los extranjeros que se introdujo en China durante ese período volvió a salir nunca.
De modo que "irse a la China" se convirtió en un generalizado eufemismo de suicidarse.
Hi ho.
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Mi pequeño acompañante me indicó con un gesto que me acercara para no tener que gritar. Le presenté una oreja. Debe haber sido algo horrible de ver, esa enorme caverna con todos esos pelos y restos de cerumen.
Me explicó que era un embajador volante y que había sido elegido para ese trabajo a causa de su visibilidad para los extranjeros. Me aseguró que era mucho, pero mucho más grande que el chino promedio.
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