10 septiembre, 2015

'Agujeros' de Eileen Myles



Este poema fue publicado en 1991 en el libro 'Not Me' y quizás antes en alguna revista.

AGUJEROS

Una vez, pasé la Cuarta Este, más allá de la Primera Avenida,
creo que a principios del otoño, tenía un hoyito
en el hombro de mi camisa blanca y otro en
la espalda—me veía sencillamente hermosa. Hubo un
momento en los años setentas cuando era hermoso
tener agujeros en las camisas y en los suéteres.
Entonces ya era 1981, pero yo llevaba el estilo de los setentas
como si fuera una antorcha. Había todo un modo
de sentirse uno mismo, más europeo
que norteamericano, a menos que hablemos de 1910
cuando era norteamericano y hermoso ser una inmigrante
fuerte y hambrienta que creía tanto
en sí misma y en que era parte de un movimiento
tan grande como la historia que explicaba el
agujero en su camisa. Esta noche comienza
el verano y todas las estaciones tienen
grietas por las cuales el invierno
o el otoño pueden colarse. El sabor más
perfecto se da, curiosamente, en Junio. Oh recuerdo
cuando era una inmigrante. Alcancé una belleza
negra y me levanté de entre una pila de poemas
que rodeaban mis rodillas, tenía sencillamente demasiada
energía como para poder pensar y caminé hacia
tu casa donde había un continuo flujo de
cerveza. Al final, sólo estábamos tomando
Rheingold, una cerveza increíble. Al entrar
se me ocurrió decir que me gustaban ustedes
dos, lo que uno suele decirle a una pareja. Los
niños ya estaban acostados. Ni siquiera
puedo decir con claridad que deseaba
a la mujer, aunque entonces parecía que
la fuerza impulsora era desear a
uno de cada uno. Yo pertenecía a
una generación de gente que iba a
los bares de la calle siete y bebía
whiskey barato y cerveza de barril y soñaba
con el momento en que irías a mi casa. Esos
pechos enormes. Yo cargaba delgados cuadernos que sólo
permitían escribir versos de dos o tres palabras. Te necesito.
“Acercándome al caballo”. Había sangre en todos mis
títulos y leche. Tenía dos pastillas azules y brillantes
en mi bolsillo. Te amaba tanto. Fue
la última cosa juvenil que hice, el final de
mi renacimiento, una migración hacia mi
mundo de los sueños que ni siquiera mis abuelos
se atrevieron a vivir, siendo prisioneros
de la esquizofrenia y el alcohol, aunque
yo fui amante de ambos. Lo bello
de la historia es que esta ocurrió.
Fue lo último que ocurrió
en Nueva York. Todo lo demás ocurrió
mientras yo intentaba detenerlo.
Todo lo demás tenía vida
propia. No creo que deba
disculparme con ellos, aunque por lo menos
uno de sus hijos me odia a muerte.
Se puede tragar mis tripas, me
da lo mismo. Yo tenía un agujero en
la parte delantera de mi suéter negro
sin mangas. Fue sencillamente algo
que ocurrió. Creció
y creció. Me gustaba meterle
el dedo adentro. Cuando llegó
diciembre no podía levantarme
de la cama. Seguía despertándome
a las seis de la tarde y era el día de Navidad
o de Año Nuevo y había
empezado a tomar y a comer. Recuerdo
que me serviste el más hermoso
plato de fideos con salsa roja. Era como tu concha
sobre un plato. Conocí gente en tu casa,
incluso encontré gente con la cual salir y coger,
lamentablemente, sin saber eso
del fruto prohibido. Se me olvida
cuál es el único pecado. Alguien
me lo dijo recientemente. Tengo
tantos agujeros en mi memoria. Entre
este lugar y las cosas de las que estoy
separada. Tomo un libro y
otro libro y la memoria
y la separación parecer ser
lo único sobre lo cual
todos escriben. O todo
lo que me dejan leer.
Pero recuerdo esos
hermosos agujeros en
mi espalda como una
hermosa capa
de sentimiento.

*

HOLES

Once when I passed East Fourth Street off First Avenue,
I think it was in early fall and I had a small hole
in the shoulder of my white shirt, and another on
the back–I looked just beautiful. There was a
whole moment in the 70s when it was beautiful
to have holes in your shirts and sweaters.
By now it was 1981, but I carried that 70s style
around like a torch. There was a whole way of
feeling about yourself that was more European
than American, unless it was American around
1910 when it was beautiful to be a strong
starving immigrant who believed so much
in herself and she was part of a movement
as big as history and it explained the
hole in her shirt. It’s the beginning
of summer tonight, and every season has
cracks through which winter
or fall might leak out. The most perfect
flavor of it, oddly in June. Oh remember
when I was an immigrant. I took a black
beauty and got up from the pile of poems
around my knees and just had too much
energy for thought and walked over to
your house where there was continuous
beer. Finally we were just drinking
Rheingold, a hell of a beer. At the
door I mentioned I had a crush on both
of you, what you say to a couple. By
now the kids were in bed. I can’t
even say clearly now that I wanted
the woman, though it seemed to be
the driving principle then, wanting
one of everything. I was part of
a generation of people who went to
the bars on 7th street and drank the
cheap whiskey and the ale on tap and dreamed
about when I would get you alone. Those
big breasts. I carried slim notebooks which only
permitted two or three-word lines. I need you.
“Nearing the Horse.” There was blood in all my
titles, and milk. I had two bright blue pills
in my pocket. I loved you so much. It was
the last young thing I ever did, the end of
my renaissance, an immigration into my
dream world which even my grandparents
had not dared to live, being prisoners
of schizophrenia and alcohol, though
I was lovers with the two. The beauty
of the story is that it happened.
It was the last thing that happened
in New York. Everything else happened
while I was stopping it from happening.
Everything else had a life of
its own. I don’t think I owe
them an apology, though at least
one of their kids hates my guts.
She can eat my guts for all
I care. I had a small hole in
the front of my black sleeveless
sweater. It was just something
that happened. It got larger
and larger. I liked to put
my finger in it. In the month
of December I couldn’t get
out of bed. I kept waking
up at 6PM and it was Christmas
or New Year’s and I had
started drinking & eating. I remember
you handing me the most beautiful
red plate of pasta. It was like your cunt
on a plate. I met people in your house
even found people to go out and fuck,
regrettably, not knowing about
the forbidden fruit. I forget
what the only sin is. Somebody
told me recently. I have so
many holes in my memory. Between
me and the things I’m separated
from. I pick up a book and
another book and memory
and separation seem to
be all anyone writes
about. Or all they
seem to let me read.
But I remember those
beautiful holes on
my back like a
beautiful cloak
of feeling.

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