22 septiembre, 2015

Dos poemas de Elizabeth Bishop



EL MAPA

La tierra yace bajo el agua: verde bajo las sombras.
Son sombras o acaso son aguas bajas cuyas orillas
señalan la línea que separa el mar y el arrecife
donde las algas cuelgan simples del azul al verde.
¿O la tierra se asoma para levantar el mar desde abajo,
acercándolo tranquilamente a su alrededor?
A lo largo del estante fino, tostado y arenoso,
¿está la tierra tironeando el mar desde abajo?

La sombra de Terranova acostada y quieta.
La de Labrador es amarilla donde el esquimal soñador
la engrasó. Podemos acariciar estas hermosas bahías
bajo un cristal como si alguien esperara verlas florecer
o proporcionar una jaula limpia al pez invisible.
Los nombres de los pueblos costeros corren hacia el mar,
los nombres de ciudades cruzan las montañas vecinas:
—el impresor aquí experimenta la misma excitación
que cuando la emoción excede demasiado a su causa.
Estas penínsulas toman el agua entre el pulgar y el índice
como mujeres al comprobar la suavidad de las telas.

Las aguas de un mapa están más quietas que la tierra,
al prestar a esta la conformación de sus propias olas,
y la liebre de Noruega corre nerviosa hacia el sur,
los perfiles investigan el mar, donde está la tierra.
¿Los colores son asignados o los países pueden escogerlos?
—Cuál corresponde mejor al carácter o a las aguas nativas.
La topografía no tiene favoritos; el Norte está tan cerca como el Oeste.
Los colores de los cartógrafos son más delicados que los de los historiadores.


UN ARTE

El arte de perder no es difícil de dominar;
tantas cosas parecen cargadas del deseo
de perderse que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo todos los días. Acepta el revuelo
de las llaves perdidas y la hora desperdiciada.
El arte de perder no es difícil de dominar.

Luego practica pérdidas mayores, con rapidez:
lugares y nombres y cuál era el lugar donde querías
viajar. Nada de esto se acercará a un desastre.

Yo perdí el reloj de mi madre. ¡Y miren! Mi última
o casi última casa de tres ha desaparecido.
El arte de perder no es difícil de dominar.

Perdí dos ciudades, hermosas ambas. Y reinos
más grandes que fueron míos, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no se trató de un desastre.

—Incluso al perderte a ti (la voz juguetona, un gesto
que amo) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de dominar
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.

*

THE MAP

Land lies in water; it is shadowed green
Shadows, or are they shallows, at its edges
showing the line of long sea-weeded ledges
where weeds hang to the simple blue from green.
Or does the land lean down to lift the sea from under,
drawing it unperturbed around itself?
Along the fine tan sandy shelf
is the land tugging at the sea from under?

The shadow of Newfoundland lies flat and still.
Labrador’s yellow, where the moony Eskimo
has oiled it. We can stroke these lovely bays,
Under a glass as if they were expected to blossom,
or as if to provide a clean cage for invisible fish.
The names of seashore towns run out to sea,
the names of cities cross the neighboring mountains
–the printer here experiencing the same excitement
as when emotion too far exceeds its cause.
These peninsulas take the water between thumb and finger
like women feeling for the smoothness of yard-goods.

Mapped waters are more quiet than the land is,
lending the land their waves’ own conformation:
and Norway’s hare runs south in agitation,
profiles investigate the sea, where land is.
Are they assigned, or can the countries pick their colors?
–What suits the character or the native waters best.
Topography displays no favorites; North’s as near as West.
More delicate than the historians’ are the map-makers’ colors.


ONE ART 

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

—Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

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